SUMALO HOY

Dejando huella

¿No te han preguntado alguna vez que para qué tomas tantas fotos?

A mi si, más de una vez. Un día una de mis hermanas me dijo: «¡Ay ya vas a empezar con tus fotos otra vez!» Y le contesté: «algún día me lo agradecerás, las fotos son viajes al pasado qué siempre están ahí cuando quieras que regrese el tiempo». Por eso a tus seres queridos, a tu familia y a tus amigos, fotografialos cuando caminen, bailen y canten. Haz fotos cuando estén felices o aburridos. Cuando usan un atuendo hermoso, cuando compran algo nuevo, cuando se sienten emocionados por algo y cuando actúan de forma extraña. Las fotos siempre se quedan aún cuando las personas no, los recuerdos duran para siempre.

Recuerda que «Recordar es volver a vivir» y las fotos hacen más fácil ese momento.

  • Dejar Huella a Través de la Fotografía: Capturando Momentos que Trascienden. 

La fotografía es más que solo una forma de arte; es una herramienta poderosa para contar historias, transmitir emociones y, lo más importante, dejar una huella perdurable en el tiempo. Desde los primeros daguerrotipos hasta las imágenes digitales de alta resolución de hoy en día, la fotografía ha evolucionado, pero su esencia permanece: capturar la esencia de un momento único.

  • El Poder de una Imagen. Una imagen vale más que mil palabras.

Este adagio refleja la capacidad de una fotografía para comunicar de manera instantánea y universal. Una buena fotografía puede evocar una gama de emociones, desde la alegría y la sorpresa hasta la tristeza y la reflexión. Es esta capacidad de resonar emocionalmente lo que hace que las fotografías sean tan poderosas y memorables.

  • Historias

En el corazón de una bulliciosa ciudad, vivía una chica llamada Kaily. Desde pequeña Keily había sentido una profunda fascinación por la fotografía. Había algo mágico en capturar un momento y hacerlo eterno. Su padre, un periodista gráfico, le había enseñado los fundamentos del arte fotográfico y le había regalado su primera cámara a los doce años.

Keily no era una fotógrafa común, mientras otros se enfocaban en grandes eventos y paisajes impresionantes, ella se dedicaba a capturar la vida cotidiana de su barrio. Sus fotografías mostraban la esencia de la gente común: el vendedor de frutas en la esquina, la anciana que tejía en el parque, los niños jugando al fútbol en la calle. Cada imagen contaba una historia, una pieza del mosaico de la vida urbana.

Un día, mientras caminaba por un viejo mercado, Keily conoció a Don Pedro, un anciano que vendía antigüedades y objetos curiosos. Su puesto estaba lleno de relojes antiguos, libros polvorientos y cámaras fotográficas de otra época. Keily se sintió inmediatamente atraída por una de las cámaras, una vieja Leica con evidentes signos de uso. Don Pedro, notando su interés, le contó la historia de la cámara: había pertenecido a su difunta esposa, una talentosa fotógrafa que había documentado la vida del mercado durante décadas.

Keily, inspirada por la historia, decidió comprar la cámara y comenzar un nuevo proyecto: capturar la vida del mercado desde la perspectiva de aquella Leica. Pasaba horas entre los puestos, conversando con los vendedores y clientes, tomando fotos que no solo mostraban los productos, sino también las emociones y las interacciones humanas. Con el tiempo, llegó a conocer a todos en el mercado, y sus fotos comenzaron a reflejar no solo la actividad diaria, sino también las historias personales de sus habitantes.

Una noche, mientras revelaba las fotos en su pequeño cuarto oscuro, Keily tuvo una idea: organizar una exposición fotográfica en el mismo mercado. Con la ayuda de Don Pedro y los demás vendedores, transformaron una de las áreas comunes en una galería improvisada. Invitaron a la comunidad local y a todos los clientes habituales del mercado.

El día de la inauguración, el mercado estaba lleno de vida como nunca antes. Las fotografías de Keily colgaban de cuerdas y paredes, cada una acompañada de una breve historia sobre las personas y momentos que había capturado. La gente recorría la exposición con asombro y emoción, reconociéndose a sí mismos y a sus seres queridos en las imágenes.

La exposición no solo fue un éxito, sino que también cambió la percepción del mercado. Lo que antes era solo un lugar de comercio, se convirtió en un símbolo de comunidad y conexión humana. Las fotos de Keyly mostraban la belleza en lo cotidiano y la importancia de cada individuo en el tejido social.

A partir de ese momento, Keily siguió documentando la vida de su barrio, dejando una huella imborrable a través de sus fotografías. Sus imágenes continuaron contando historias y conectando a las personas, recordándoles que cada momento, por insignificante que parezca, tiene un valor y una belleza únicos. Y así, con cada click de su cámara, Keily siguió dejando su marca en el mundo, una fotografía a la vez.

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